¿Os he dicho alguna vez que me encanta la comida asiática? Pues sí, me encanta.
Una de las ventajas de vivir “en la gran ciudad” es poder probar cocinas de lugares remotos sin moverse una mucho. No se hasta qué punto todas esas delicias chinas, vietnamitas, tailandesas y japonesas que me he comido en la última década estarían hechas realmente “al modo original” u occidentalizadas, no se si habrán sido políticamente correctas en cuanto a recetas tradicionales, modos de preparación, etc., o si eran en su mayoría sólo “pseudo”... No tengo hasta ahora tampoco forma de comprobarlo porque, así, entre nosotros, os hago una confesión: nunca he salido de Europa (para ser expatriada hace ya tanto, qué poco mundo he visto). Pero, ¿sabéis qué?: No me molesta en absoluto no poder decir a ciencia cierta si el plato A o el postre B eran autóctono-originales o una versión "light". Para mí lo único que importa es si algo está rico, no si sabe “como se supone que debería saber”. Así de incivilizada soy, ya veis...
Uno de los “inventos” de la comida asiática que más me gusta es la salsa de cacahuete. En todas sus tropocientas variaciones. Por lo que he podido ir degustando en los últimos años, prácticamente todas las diferentes gastronomías orientales tienen algún tipo de salsa a base de cacahuetes.
La denominación más conocida para este tipo de salsa es “saté” o “satay” (aquí más info en inglés), nombre que hace referencia a un plato de origen indonesio, el Saté/Satay, consistente en brochetas hechas a la parrilla. Así pues, parece ser que la salsa saté en sus orígenes era la que acompañaba dichas brochetas. Hoy sigue haciéndolo pero se ha independizado también y aparece en muchos otros platos y se utiliza en muchas variantes.
Recetas de salsa saté hay, por lo que he podido ver, tantas como recetas de salsa de tomate. Yo de momento sólo he probado a hacer en casa la que os pongo hoy (me gusta el resultado mucho), en espera de volver a ir algún día de estos a mi restaurante vietnamita favorito a pedirles (aunque sea a punta de escopeta) que me den la receta de la salsa de cacahuete que hacen ellos, que es una barbaridad de rica. Tanto, que siempre pido el mismo plato. La próxima vez al menos voy a intentar anotarme el nombre del dichoso plato, tal vez así encuentre luego la receta en alguna parte...
Mi pollo con salsa saté no viene embrochetado, pero trae muy buenas compañías: berenjena, pimiento rojo, champiñones y puerro. Y está riquísimo. Uhmm...
La receta de la salsa la saqué hace un par de meses del blog alemán “Chili & Ciabatta”, donde venía como parte de una receta de hamburguesas de cordero estilo saté (incluso las hamburguesas llevaban mantequilla de cacahuete y salsa de soja) que en su día probé a hacer y que nos encantó.
El otro día, a falta de ganas de ponerme a moldear hamburguesas pero con intenciones de finiquitar una pechuga de pollo que decoraba solitaria el frigo, me decanté por esta otra versión...
Ingredientes (fue la cena de 2, reconozco que tenemos un apetito algo descarriado):
- unos 200-250 g de pechuga de pollo
- 1 pimiento rojo
- 1 puerro
- la mitad de una berenjena pequeña
- aceite de oliva
- 5-6 champiñones de los gigantes (o unos cuantos de los „normales“)
- un vaso de arroz de grano largo (aprox. 100-125 g en crudo)
- unos 4 vasos de caldo de pollo (dos para cocer el arroz, uno y medio para la salsa, otro medio para las verduritas)
- medio vaso (unos 100-120 ml.) de „salsa dulce de chile“ (Sweet-Chili-Sauce)
- unas 3-4 cucharadas soperas rebosantes de mantequilla de cacahuete
- 2 cucharadas de zumo de limón
- unas 5-6 cucharadas de leche de coco
- un buen puñado de cilantro picadito (o, en su defecto, perejil del de toda la vida)
Cómo se hace:
Antes de que nadie se ate el delantal, un par de anotaciones:
1. Esta receta de hoy es una de esas de las de “que puedo cocinar con todas estas sobricas y poquicos que tengo por aquí y por allá”. Es decir, lleva pollo, arroz y las verduras que lleva porque quería terminar ese pollo y esas verduras y “tirar” de ese arroz. Incluso la decisión de echarle al conjunto salsa saté viene derivada del deseo de hacer sitio en mi minúsculo congelador (terminando unos restos de leche de coco que pululaban por allí...). Se puede hacer igualmente con lo que vosotros tengáis a mano: pasta en lugar de arroz, cualquier otra verdura, otra carne o ninguna, etc.
2. La salsa saté lleva, en la receta que yo uso, “sweet chili sauce”. No se si será fácil de encontrar en España o no. Si no la encontráis se puede sustituir en principio perfectamente por una mezcla de salsa de soja, azúcar moreno, algo de jengibre ralladito y escamas de chilis secos (o pimienta cayena o algo de tabasco o una pizca de salsa tipo sambal oelek o similar)... He encontrado también esta otra receta de saté que supongo que podéis igualmente probar.
Aclarado esto: ¡al tajo!
Cocemos el arroz “como siempre” (rehogándolo primero un momentín en aceite de oliva y añadiendo después el doble de cantidad de caldo de pollo).
Entretanto, cortamos la pechuga de pollo en tiras finas o en dados y rehogamos en una sartén grande con un poquito de aceite hasta que esté la carne dorada. Sacamos de la sartén y reservamos. En esa misma sartén, salteamos la verdura (que habremos cortado asimismo en dados o tiras). Después de un par de minutos, añadimos medio vasito de caldo y reducimos el fuego - la verdura tiene que hacerse, pero tampoco queremos que quede blandengue total. En unos diez minutillos debería estar lista, dependiendo de vuestra cocina y de si os gusta la verdura “al dente”, “muy al dente” o más bien estilo “segunda infancia”...
Para la salsa mezclamos todos los ingredientes (caldo, salsa de chile, mantequilla de cacahuete, leche de coco y limón) en una cacerola con las varillas y ponemos al fuego hasta que hierva. Dejamos en ebullición unos minutillos hasta que espese a nuestro gusto, en el último momento añadimos una buena cantidad de cilantro picado o perejil.
La mantequilla de cacahuete que tengo yo es de textura tipo “chunky”, es decir, lleva trozos bastantes grandotes de cacahuete. Si sólo la encontráis fina (sin tropezones) yo le añadiría a la salsa pedacitos de cacahuete o al conjunto en sí anacardos picados. Por aquello de tener algo que morder-morder.
Por cierto: Si alguno no conocéis la mantequilla de cacahuete y os sorprendéis del hecho de que una salsa de cacahuete sólo lleve 4 cucharadas de dicha manteca en más de 300 ml. de otros ingredientes... os aclaro un aspecto importante: la mantequilla de cacahuete es, en cuanto a empalague, una auténtica monstruosidad. A mí se me caen los dientes del susto al suelo sólo de mirar el bote... :D
Antes de servir, devolvemos la carne a la sartén y dejamos que coja temperatura junto a la verdura. Podemos espolvorear el contenido de la sartén asimismo con cilantro/perejil.
Para servir ponemos en cada plato el arroz correspondiente con un par de cucharones de verdura y pollo y ahogamos todo ello sin reparo en salsa de cacahuete.
A mí este tipo de “atrocidades” me pirran. Hmmm, qué rico...
6 comentarios:
Porque me acabo de poner a regimen severo??? Me encanta el sate pero me suelesalir fatal:-(
Uy, pues prueba igual la salsa con esta receta: no es más que mezclar los ingredientes y calentar. No es exactamente igual que el saté que te puedes comer en un restaurante, pero a mí me gustó mucho el resultado...
Por la pinta de la foto, la otra receta de la que he puesto el enlace también estará seguro bien rica. Y en epicurious.com he visto muchas otras recetas de satay/saté...
Aunque es cierto que muy de dieta, no es esta cena... con la de calorías que tiene (entre la mantequilla de cacahuete y la leche de coco - no lo quiero ni pensar)... pero bueno, hay que darse una alegría de vez en cuando, no?
un besete, guapa
Jo, la salsa de cacahuetes, mi perdición. La primera vez que la probé fue en un indonesio en Londres, pasé una noche con una indigestión de perros porque me pasé con la salsa pero no fue suficiente para que me hartara de ella. Yo me ahorro muchos pasos de la receta y compro en los asiáticos una ya perparada, que es además menos empalagosa, viene en plan mazacote con una capa de grasa por encima como el foi y es de por sí bastante picante, así que la disuelvo en leche de coco, para añadirle aún más "ligereza" (ni te cuento) y suavizar el picante, y ya está. A chuparse los dedos y rebañar el plato.
Anda, Noema, ¡nos hemos cruzado!
Sí, "perdición" desde luego es la palabra idónea para la salsa de cacahuete.
Uy, no la he visto nunca preparada, a ver si me fijo la próxima vez y la pruebo...
Me consuela por cierto muchísimo que tú también la untes. Mi mozo se suele horrorizar...
Él: "¿Qué haces?"
Yo: "Untar, lo de todas las noches..."
Él: "Ya, pero... es salsa de cacahuete... ésa no se unta..."
Yo: "Hombre, pues claro que se unta. ¿Me dejas untar tu plato?"
Él: "Claro, como todos los días..."
:D
Hermosa, alucinamos en Berlín por la cantidad de restaurantes y lugares de comida de muy buena calidad y con unos precios más que buenos. Nos encantó tu receta, y al igual que tu rebañaríamos el plato. un beso.
pecadoras....untando y todo las tias...
Publicar un comentario