lunes, 26 de octubre de 2009

Pesto de acelga



Me vuelve loca la acelga. Creo que no me cansaré nunca de comerla (el señor K. tampoco: él que hasta hace un par de años no había visto una acelga en su vida, es ahora un incondicional absoluto) y de probar nuevas formas de prepararla. Aunque siempre me han gustado mucho casi todas las verduras (mira que era una niña rarita yo: comía poquísimo y fatal pero siempre me ha “encantao” el verde que a tantos críos al parecer horroriza...), la acelga es sin duda mi favorita indiscutible. Me gusta porque su sabor tiene personalidad y porque me encanta lo bien que huele la cocina cuando la cueces. Me gusta por versátil y facilona (en el mejor sentido de la palabra), porque es sana y no se hace de rogar.

Hay quien menosprecia la acelga por ser una verdura “humilde”, como si la humildad no pudiera ser igualmente exquisita (hay que joderse, señores). Supongo que ha sido durante mucho tiempo una pobre malentendida: tan incapaz de saciar el hambre básico (que era lo que antiguamente más contaba), tan pobre en grasas, calorías, hidratos de carbono, proteínas... tan poco “sexy”, vaya,... y al mismo tiempo tan rica en vitaminas, minerales (hierro, calcio, potasio, etc.) y fibra. Es digestiva, diurética y antiinflamatoria y fortalece el cerebro. Y está riquísima, la pongas como la pongas.

Muchas veces, cuando hago sólo las pencas (con bechamel y taquitos de jamón y txistorra o rebozadas y rellenas de jamón york), intento idear algo nuevo que hacer después con las hojas verdes que me han sobrado. La semana pasada, uno de esos intentos de aprovechamiento me llevó a improvisar este pesto de acelga que serví con espaguetis integrales.

Salió estupendo y repetiremos, desde luego: aunque en el primer momento parece que el sabor del aceite de oliva predomina sobre el resto, enseguida en la boca se acentúa el sabor de la acelga (dicho sabor llega desde la retaguardia y luego se pone cómodo y no hay ya quien lo pare, jaja, parezco un comentarista deportivo). Muy rico, sobre todo en combinación con el tono algo “anuezado” típico de la pasta integral.

Ingredientes (para dos raciones descomunales):
  • 250 g de espaguetis integrales
  • 125 ml de aceite de oliva
  • unos 16-18 pistachos
  • un diente de ajo no demasiado grande
  • unos 25 gramos de queso Grana Padano
  • unos 100-120 gramos de hoja de acelga cocida
  • un par de granos de pimienta roja enteros
  • una pizca de sal
  • queso rallado al gusto

Cómo se hace:

Cocemos la pasta al dente en agua con sal.

Entretanto echamos en un vaso de batidora el aceite con los pistachos (pelados), la acelga (que habremos cocido previamente unos 10 minutos en agua con poca sal y unas gotillas de aceite), el ajo pelado y el queso (cortado en trocitos pequeños). Añadimos algo de sal (con precaución) y unos granos de pimienta y batimos con la batidora hasta que quede una consistencia cremosa y homogénea.

Servimos la pasta con abundante pesto y espolvoreamos con más queso rallado al gusto.

Pienso que este pesto saldrá incluso más sabroso aún haciéndolo con nueces en lugar de pistachos. Una buena opción para ir probando más variantes sería también añadirle algún “tropezón” a la pasta: tomates cherry o unas gambas salteadas, colas de cangrejo o tal vez unas setas a la plancha...

Probad y ya me diréis. Nosotros, desde luego, hemos añadido el pesto de acelga a nuestro repertorio cotidiano.

¡Que aproveche!



¿Te chifla la acelga? A nosotros también - inspírate con estas recetas:

viernes, 16 de octubre de 2009

Arrebullón de verduras (con tostas al ajo)

Vaya, os tengo abandonados ¿verdad? He estado últimamente algo falta de inspiración - al menos, a la hora de actualizar el blog (porque experimentos en la kitchen he hecho un montón...). A veces uno necesita una pausa y yo siempre he pensado que un blog es como una amistad: hay amigos que son para siempre y otros que vamos dejando por el camino y hay amistades que son tan intensas que de vez en cuando uno se siente asqueado y cansado de ellas.

A veces la distancia y el abandono hacen milagros - con las amistades y con los blogs... y os lo digo yo, que ya "blogueaba" incluso antes de haber oído la palabra "blog" por primera vez. Igual no estoy muy segura de adónde va este barco: Cuando empecé [hablandoenplatina] para que mi family dejara de petardearme con aquello de "jo, en tu blog todo está en alemán, qué rollo..." no sabía qué rumbo iba a tomar el asunto. Y hace tiempo ya que esto parece más [cocinandoenplatina] que otra cosa... así que supongo que es hora de cambiar en esta santa casa virtual algunas cosillas por aquí y por allá. Ya veremos.

Es lo que tiene esto de los blogs: que casi siempre cogen la dirección que les da la gana, sin ningún miramiento (jaja, algún día igual me lanzo y os cuento aquella historia sobre cómo fue un blog el que metió al señor K. en mi vida... en aquellos tiempos de Maricastaña). Habrá que relajarse, no apretar demasiado el cinturón de seguridad y dejarse sorprender. Digo yo, vaya...

Para entrar en calor después de tantas ausencias, hoy una cena ligerita. Y lo de entrar en calor va totalmente en serio. Literal. Duh! Porque en Berlín “de repenete” hace un frío de la leche y nos hemos quedado “traspasaos”, uuuuaaaah... Las cenas reconfortantes y calentitas ayudan y mucho a paliar el entumecimiento (más que nada el mental, contra el corporal estamos utilizando la calefacción de manera bastante efectiva...): además de las clásicas cremitas de verduras que tanto gustan en esta casa y de todos los tipos de “cosas recién salidas del horno” (como las espirales de lasaña y berenjena de Adi, que no nos cansamos de comer), el plato comodín de estos días – que más que otoñales parecen de invierno ya – está siendo el típico “al arrebullón”. De esto un poco, de lo de más allá otro poco y un par de vueltas de sartén.


La receta original de nuestro arrebullón de ayer es, una vez más, de Ursula Summ y sus libros de dieta disociada. En su versión se hace con brócoli, pimiento rojo, puerro, champiñones y calabacín. Mi variante en la foto reemplaza el brócoli por berenjena (es lo que había en el frigo, señores) y añade además cebolleta y ajo. El resultado es fenomenal - ¡mira que llevamos años haciendo esta receta y aún no nos hemos aburrido de ella!

El toque de la tosta de ajo es un detalle fantástico y le aporta mucha “gracia” al plato. Ya sabéis que a mí me E N C A N T A untar y, francamente, si es con saborcito a ajo pues mucho mejor... conmigo el Edward hortera beato ese de “Crepúsculo” no tendría ninguna posibilidad... :-)

Ingredientes (para dos, plato único, la ración en nuestra línea: contundente):
  • un puerro
  • un pimiento rojo
  • un buen puñado de champiñones
  • media berenjena
  • la mitad de un calabacín pequeño
  • una cebolleta
  • un diente de ajo
  • aceite de oliva
  • unos 125-150 ml de caldo vegetal
  • unos 150 ml de nata
  • pimienta blanca molida
  • romero molido
  • mejorana seca
  • tomillo seco
para las tostas:
  • 3 rebanadas de pan de molde (si es integral, mejor)
  • algo de mantequilla (a temperatura ambiente)
  • 2 dientes de ajo machacados

Cómo se hace:

Cortamos las verduras en dados pequeños y picamos la cebolleta y el ajo. En una sartén grande (o una cazuela antiadherente plana) calentamos un poquillo de aceite de oliva y pochamos en él primero el ajo y la cebolleta, removiendo para que no cojan color.

Añadimos las verduras y las salteamos un momento. “Desglasamos” con el caldo y especiamos con las hierbas (yo he utilizado las que indico en la lista de ingredientes, aunque en la receta original usan únicamente orégano). Dejamos que cueza a fuego suave unos 8-10 minutos.

Entretanto pelamos los dos dientes de ajo y los pasamos por el machacaajos. Mezclamos la pasta resultante con la mantequilla algo blanda. Cortamos las rebanadas de pan “en diagonal” (o sea en triángulos) y untamos ambos lados generosamente con la mantequilla de ajo.

Tostamos los triangulitos de pan de ajo (evidentemente también por los dos lados) en una sartén caliente con 1-2 gotillas de aceite hasta que estén dorados y crujientes.

Añadimos la nata a las verduras, revolvemos y las quitamos seguidamente del fuego.

Servimos con algún triángulo de ajo sobre las verduras.

Una sobredosis de verduritas fenomenal – en estas noches berlinesas tan fresquitas le deja a una esto el cuerpo de miedo. Uhmm...