viernes, 24 de abril de 2009

Tarta de acelga


¿Quién me ha echado de menos...? Uff... andaba “desaparecida en combate”, ¿verdad?

Y no os podéis ni imaginar la de cosas interesantes y sobre todo ricas-ricas que he probado en las últimas semanas... ¡Ja! No sabéis la que se os viene encima, en serio...

Desde el último post ha pasado un poco de todo: Estuvo la family (al menos una minoría de la misma) por aquí de visita y nos los hemos pasado fenomenal por ahí de paseíllo por la city, aprovechando el tiempazo de película que hizo esos días, y todas esas cosas... Y luego se marchó la family y bajo mis pies se debió abrir la boca de infierno (y para todos aquellos que me quieran replicar que esa no está en Berlín sino en Sunnydale... D U H! en Berlín también debe haber una, os lo juro) o algo así: primero me rompieron la antena del coche, luego me robaron las matrículas (¡¡¡!!!) del mismo (¡cagüen! con lo que me había costado aprenderme la matrícula y ahora tengo unas nuevas y me las tengo que aprender otra vez, joder...), luego cierto cliente de mierda (bueno ahora es ex-cliente de mierda) me empezó a marear y, agh, pasó esto y lo otro y lo de más allá... Usease: el 2.009 sigue en su línea, dando por culo soberanamente y camino de convertirse en un digno hermano mayor del asqueroso 2.008... La bomba – vamos, que últimamente soy la alegría de todas las fiestas.

Por eso a ratos estoy tentada de dedicarme a jornada completa a mis dos nuevas aficiones favoritas: procrastinación y escapismo. ¡Yeah!

Fruto de una de ellas (o, probablemente de ambas) es esta magnífica tarta de acelga, que llevaba más de un año queriendo probar y que he adaptado del libro “Kochbuch” (del cocinero alemán Tim Mälzer, libro del que ya os he hablado en otras ocasiones).

Ingredientes (para un molde de unos 28 cm. de diámetro):

  • 600 g de harina (en mi caso 500 gramos de harina “normal” y 100 gramos de harina integral de trigo)
  • 250 ml de agua templada
  • 250 ml de aceite de girasol
  • 1 cucharita de levadura tipo Royal (o sea “baking powder en vez de levadura “de la de verdad”)
  • entre 500g y 1 kilo de acelga (la receta está pensada para 1 kg, yo el otro día sólo tenía unos 500 g en casa y no quedó mal...)
  • unas 3 cucharadas de pasas
  • unas 3 cucharadas de pistachos picados
  • 2 huevos
  • unos 100 ml de nata líquida
  • unos 50-75 g de Grana Padano rallado
  • unos 50 g de queso de cabra
  • unas 3 cucharadas de queso de untar (tipo Philadelphia o algo así)
  • 1 diente de ajo
  • 1 cebolleta fresca
  • 2 cucharadas de pan rallado
  • pimienta
  • sal
  • nuez moscada
  • algo de aceite de oliva
  • algo de mantequilla (para untar el molde)

Cómo se hace:

Para la masa, mezclamos el agua (tiene que estar algo templada) y el aceite en un bol y les añadimos la harina y la “levadura”. Mezclamos bien y amasamos hasta que se forme una masa suave. Tapamos el bol con un paño y dejamos reposar unos 30 minutos.

Durante este tiempo, limpiamos y cortamos la acelga en trocines chicos (tanto hojas como pencas) y la rehogamos en una sartén con aceite de oliva junto al ajo y la cebolleta (que previamente habremos picado, vaya pistas inteligentes que os doy, ¿eh?). Después de unos 5-6 minutos, añadimos las pasas y los pistachos y condimentamos con sal, pimienta y nuez moscada. Retiramos del fuego y dejamos enfriar fuera de la sartén.

Ponemos el horno a precalentar (a 200 grados) y batimos en un vaso alto los huevos con la nata y los quesos. Salpimentamos al gusto.

Pasada la media hora de reposo, extendemos la masa con el rodillo sobre una superficie enharinada. Tiene que quedar fina. “Recortamos” dos círculos de masa de unos 30-32 c. de diámetro y ponemos uno de ellos en el fondo del molde (untado con mantequilla), apretando bien los bordes. Espolvoreamos la base de nuestra tarta con el pan rallado y extendemos sobre ella la acelga. Rellenamos con el batido de huevos, nata y queso y tapamos con el segundo círculo de masa, teniendo cuidado de pegar bien las junturas de ambas mitades (base y tapa) de la tarta.

Pinchamos la tapa varias veces con un tenedor y metemos el molde al horno. La tarta tarda aproximadamente unos 45 minutos en hacerse. Es casi mejor comerla cuando esté templada que directamente del horno.



Salió muy rica, la verdad es que con el resultado de la masa estoy muy contenta, aunque creo que se podría prescindir de la tapa. Recalentados al día siguiente, los restos de esta tarta estaban incluso más ricos aún que en el primer día, ya que la masa no resultó así tan seca sino que se había puesto algo más suave...



Por cierto: No sé en que andarían pensando cuando escribieron la receta para el libro, pero me sobró la mitad de la masa. La he metido al congelador, lo cual tampoco está mal...

Otra cosa... Leía el otro día yo por aquí, que no soy la única que piensa que aquí en Berlín, con la llegada de la primavera, todo hace "Bang!" (“requete-Bang” diría yo incluso)... Es así, de verdad. Un comienzo de primavera español nunca va a ser como uno de estas latitudes. Brutal. Tanto así, que ando “tontita perdía”, haciéndoles fotos a flores y árboles con el móvil en cuanto salgo de casa, parándome cada dos metros fascinada por los almendros del barrio y cosas así. Cualquiera diría que no he visto un árbol en mi vida, ¿no?, y eso que yo soy de pueblo... Pero es que en cuanto la época gris-ceniza se pasa y empiezan a explotar los árboles a mí se me va la olla, señores... Mirad, mirad...

La última foto es del patio de casa y va especialmente dedicada a mi hermana/madrina y a mi señora amatxo - ya que cuando ellas se fueron hace dos semanas el árbol del patio aún no tenía ni una sola hoja... y luego en 3-4 días... ¡zaca! explotó...