lunes, 15 de junio de 2009

Ese pastel nuestro de cada día...



Estoy que no paro: Desde que he descubierto que mi horno, la repostería y yo congeniamos estupendamente, me atrevo a hacer muchísimas más „cosas dulces“ que antes con el susodicho horno.

Mis últimos experimentos al respecto han girado en torno a este fantástico bizcocho que ví, una vez más, en "Smitten Kitchen". Bizcocho que hice por primera vez el domingo de Pentecostés porque venían unos amigos a cenar y que gustó tanto-tantísimo que tres días más tarde volví a hacerlo (y tres días más tarde otra vez y y y....).


Suena a auténtica barbaridad hacer un pastel cada 3 días, ¿verdad? Pero es tan ligerito, esponjoso y rico que no he podido contenerme. Creo que en el despacho del señor K. empiezo a ser famosa (I’m a gooooood wifey)...

En la versión original este pastel se hace con frambuesas. Yo al ir a hacerlo por primera vez me encontré con que no había ese día frambuesas en el súper de mi confianza. Así que las reemplacé por un potpurrí improvisado de melocotón, fresas y moras. Y salió fabuloso.

La segunda vez que lo hice utilicé frambuesas y fresas combinadas. Y salió fabuloso.

Y al tercer día lo hice con manzana y salió un poquillo menos esponjoso (por el excesivo peso de la manzana sobre la masa) pero igualmente fabuloso.

Además, se hace en un pispás. ¿Quién da más, señores?

Ingredientes: (según la receta vista en Smitten Kitchen, que la sacó de la revista Gourmet de junio)
  • 130 g de harina
  • ½ “teaspoon” de levadura tipo “Royal” (=2 gramos)
  • ½ “teaspoon” de bicarbonato sódico (baking soda; asimismo equivale a 2 gramos)
  • ¼ “teaspoon” de sal (una pizca)
  • 56 gramos de mantequilla (blanda)
  • 146 g de azúcar y algo más (una cucharada más o menos)
  • algo de vainilla (o de esencia de vainilla)
  • media cucharilla de ralladura de limón
  • 1 huevo
  • unos 120 ml. (media “cup”) de suero de mantequilla* (bien revuelto)
  • unos 140-150 g de fruta fresca (frambuesas, o fresas o lo que prefiráis)
  • opcional: azúcar glas

*.- Nota: creo que el suero de mantequilla, a diferencia de aquí en Alemania, en España no es muy común... no importa, se puede hacer perfectamente en casa: a un vaso de leche, le añadimos una cucharada de vinagre o zumo de limón y dejamos reposar unos 10 minutillos hasta que se “corte”... aunque es un procedimiento que yo no he probado nunca, porque aquí el suero de mantequilla se vende como un refresco cualquiera y lo suelo comprar tal cual...

Cómo se hace:

Mezclamos la harina con la levadura, el bicarbonato y la sal y reservamos. Entretanto ponemos el horno a precalentar a 200-205 grados.

Preparamos un molde redondo de bizcocho untándolo de mantequilla y harina (Deb de Smitten Kitchen utiliza un molde 23 cms. de diámetro, yo sólo tengo uno de 28 cms., que es el que utilizo – únicamente queda el bizcocho más delgadito...).

Batimos la mantequilla junto con el azúcar hasta que esté esponjosa, añadimos la vainilla, la ralladura de limón y el huevo y mezclamos bien.

Poco a poco vamos añadiendo la mezcla de harina y levaduras en tres tandas y alternando con el suero de mantequilla: primero un tercio de harina, luego una mitad de suero, otro tercio de harina, la otra mitad de suero y, por último, el resto de la harina. Durante todo el proceso batimos despacio para incorporar los ingredientes bien. Dejamos de batir en cuanto estén los ingredientes recién amalgamados.



Vertimos la masa en el molde y esparcimos la fruta sobre la misma. Espolvoreamos con una cucharada de azúcar y horneamos unos 20-25 minutos (hasta que esté el bizcocho dorado y el palillo de prueba salga limpio).



Dejamos templar, desmoldamos y ponemos a enfriar sobre una rejilla. Invertimos sobre una fuente y espolvoreamos con azúcar glas.

En la versión de manzana no usé azúcar glas - en lugar de ello, pincelé las manzanas antes de hornear con mantequilla derretida y después de hornear con mermelada de albaricoque caliente.

La idea de Smitten Kitchen del “pastel cotidiano” me ha conquistado. Pon un pastel en tu vida, ¡y a disfrutar!






martes, 9 de junio de 2009

Haciendo el indio...



En lo que a comida se refiere, el señor K. y yo compartimos una cierta tendencia a los amores compulsivos: Cuando probamos una nueva receta que nos gusta mucho-mucho, somos capaces de repetir ese plato todas las semanas durante una buena temporada. Nos pasó con el schmarrn de setas y nos pasó con la “pasta omnipotente” (que hemos vuelto a cenar hoy, por cierto).

Nos suele pasar también con ingredientes concretos. Nos dan unos ramalazos monotemáticos impresionantes, oiga... Hace algunas semanas fue la acelga (aunque nuestro amor por la acelga es más bien algo crónico y que nunca cambiará - es que de verdad que vaya par de “comeacelgas” que somos), luego vinieron las berenjenas (sobre todo con las recetas que le “robé“ a Adi aquí y aquí – vaya par de recetones ricos, sí señor...),... y ahora el ingrediente estrella a todas horas es el pollo...

Y yo, realmente, muy de pollo no soy, no os vayáis a pensar. Prefiero con creces la ternera (mira ella qué lista) o el cerdo. Aunque me gusta, opino que comer pollo da mucho trabajo (con tanto hueso y tanto tendón y tantas cosas de esas), y yo soy muy melindrosa y me lío a quitarle “cosas de esas” a mi pollo y antes de haberle dado un mordisco a la cena me da medianoche, vaya... Así que cuando como pollo, como pechuga (y cuando como pechuga, casi siempre hay arroz de por medio, por lo que parece...).

El sábado me traje del súper 600 gramos de pechuguita y, para empezar, ayer para cenar, hicimos un rato el indio... con una buena dosis de pollo „tikka masala“ acompañado de arroz basmati teñido de rubio.

Una cena tricolor de lujo. Con tanto rojo, tanto amarillo y tanto verde el plato parecía más un sarao africano (supongo que sabéis cuáles son los colores panafricanos, ¿no?) que una cena con toques pseudos-indios...

Ingredientes (para 2 muy hambrientos personajes):

  • 300 g de pechuga de pollo
  • 1 lata de tomate triturado
  • un par de cebolletas frescas o media cebolla
  • 2 dientes de ajo grandes
  • un pedacín de jengibre rallado (dimensiones: 1cm x 2cm aprox.)
  • 1 yogurt natural
  • aceite de oliva o mantequilla, según gustos
  • nata líquida
  • comino molido
  • cilantro molido (semillas)
  • garam masala (mezcla de especias de la cocina india)
  • cilantro fresco (hojas) o perejil
  • cúrcuma en polvo
  • arroz basmati
  • sal
  • azúcar
  • caldo de pollo ligerito (para cocer el arroz)
  • aprox. 100 g de espinaca congelada
  • opcional: chile en escamas o guindilla
  • opcional: pimienta cayena
  • otros ingredientes opcionales que se pueden añadir: algo de manzana rallada o en dados, un toque de almendra molida o un toque de leche de coco (o coco rallado), guisantes (para el arroz en lugar de espinacas)

*.-La receta la he adaptado ligeramente de esta versión que encontré aquí, aunque hay infinidad de versiones de “tikka masala” en circulación...

Cómo se hace:

La mejor manera de empezar con el asunto es poner el pollo con un par de horas de antelación a marinar. Para ello, le echamos sal, comino y cilantro molidos por los dos lados y lo pincelamos con abundante yogurt. Hecho esto, lo metemos, tapado con film transparente unas dos horas al frigo.

Dos horas más tarde, sacamos el pollo del frigo y lo hacemos: La receta que yo he usado pone para ello el pollo a dorar en el horno bajo el grill... El asunto es: Mi horno de gas del pleistoceno no tiene grill ni moderneces de esas raras. Así que yo puse la carne directamente en una sartén con algo de aceite y la doré a conciencia por ambos lados. Tanto si la hacéis en el horno como si la echáis en una sartén: cuando el pollo esté listo, lo sacamos y reservamos.

Entretanto, ponemos el arroz a cocer como siempre pero añadiéndole una cucharada de cúrcuma molida (para darle no sólo aroma sino también un fenomenal tono amarillo). Un poco antes de finalizar la cocción añadimos al arroz las espinacas previamente descongeladas.

En una sartén grande, ponemos a pochar la cebolleta/cebolla picada con aceite de oliva y añadimos después el ajo picado muy fino y el jengibre rallado. Reducimos el fuego y echamos una pizca de sal así como un par de cucharadas de garam masala (mezcla de especias).

Nota: Si no localizáis el garam masala dichoso, aquí va la composición para mezclarlo en casa que proponen en la receta de Pioneer Woman: 1 cucharada de cilantro molido, 1 cucharada de comino molido, una cucharada de pimienta negra molida, 1 cucharada de pimienta cayena molida, 1 cucharada de semillas de hinojo molidas, 1 cucharada de jengibre molido, 1 cucharada de cardamomo molido, 1 cucharada de nuez moscada molida y una cucharadita (¡atención, de postre no de sopa!) de clavo molido...

Los amantes de grandes picores pueden añadir en esta fase asimismo una guindilla troceadita a la sartén, yo he preferido prescindir de este paso.

Incorporamos al potpurrí de especias de la sartén el contenido de una lata de tomate triturado, removemos bien y le echamos al conjunto una cucharadilla de azúcar. Dejamos que hierva a fuego medio unos minutos para que vaya espesando.

Cuando la salsa haya tenido tiempo de espesar, añadimos como colofón un vaso (de los de agua) de nata mezclada con los restos del yogurt que hemos utilizado antes para pincelar el pollo. Revolvemos bien y espolvoreamos con algo de pimienta cayena.

Cortamos el pollo en dados y los incorporamos a la salsa junto con algo de cilantro (hojas) picado o perejil. Mezclamos.

Servimos con el arroz con espinacas como base y el pollo con su salsa encima.

Muy, muy, muy rico. Una cena como a mí me gustan: Contundente, súper especiada, vistosilla y todo. Uhm y qué olorcito más rico...

Por cierto, buscando algún enlace en Internet sobre le “tikka masala” (por si en España no se concoe mucho, qué se yo...) va y resulta que ahora me entero que este plato tan hiper-archi-conocido de la gastronomía india al parecer ni siquiera tiene su origen real en la India sino que “nació” en el Reino Unido...

Británico o indio: igualito me da, siempre me ha gustado y hecho así caserito, estaba de auténtico vicio...