lunes, 24 de noviembre de 2008

Crema y copos de nieve...

El sábado tocaba celebrar años y canas.

Estaba indecisa sobre qué postre hacer... haste que me acordé de aquellos moldes de canutillo que había comprado hace unos meses y que estaban todavía sin estrenar... ¡Bingo!

Ronda perfecta de caprichitos: Hubo macarrones (con salsa de champiñones, puerro y nata y toneladas de queso Grana Padano recién rallado)...


... hubo cervecitas (esta vez Augustiner, de tipo Lager y de Múnich, una de las pocas cosas que conservo de allí)...


... y hubo: Canutillos rellenos de crema pastelera. Una de mis mayores obsesiones de infancia. La de veces que habré mareao yo a mi mami para que me hiciera canutillos. ¡Me pirran...!

Ingredientes:

Para los canutillos (para 6 canutillos):

  • 1/3 de vasito (de los de vino) o taza (de café) de nata líquida
  • 1/3 de vasito/taza (vino/café) de aceite
  • la corteza de media naranja
  • 1 pizca de vainilla en polvo
  • 200gr. de harina
  • aceite para freír
  • azúcar glas

Para la crema pastelera:

  • 330 ml. de leche
  • 2 yemas de huevo
  • unos 70 gr. de azúcar
  • unos 30 gr. de harina
  • una pizca de canela en polvo (o un palo de canela)
  • corteza de medio limón
  • 1 cucharita (de las de té) de mantequilla
Cómo se hace:
Para hacer la masa de los canutillos, se pone el aceite en un cazo con la corteza de naranja a fuego lento a calentar unos minutos hasta que se fría algo la corteza y cambie de tono. Se quita del fuego y se deja enfriar. Se retira la corteza y, una vez frío el aceite, se pasa a un bol y se añade la nata revolviendo bien. Se va agregando poco a poco la harina que habremos mezclado con la vainilla y se va removiendo. Cuando esté incorporada toda la harina, se hace con la masa una bola y se deja reposar aprox. una hora.

Pasado este tiempo, se estira la masa bien fina con el rodillo y se va cortando en tiras con las que iremos forrando los moldes (mojando si es necesario las junturas con huevo batido para que no se suelten). Se fríen los canutillos en aceite bien caliente y se ponen a escurrir una vez desmoldados.
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Ahora hacemos la crema pastelera para rellenarlos: En un cazo, ponemos a calentar tres cuartas partes de la leche (unos 260 ml. en este caso) junto con la canela, el azúcar, la peladura de limón y la cucharita de mantequilla. Dejamos que hierva unos minutillos. En un bol aparte, batimos las dos yemas de huevo junto con la leche restante (unos 70 ml.) y la harina. A esta mezcla incorporamos poco a poco la leche que aún hierve (después de quitar el palo de canela y la corteza de limón). Se bate bien el conjunto con unas varillas o con una cuchara de palo y se vuelve a poner en la cazuela a hervir otros 2 o 3 minutillos para que espese bien.
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Con la crema templada rellenamos los canutillos con ayuda de una manga pastelera y los espolvoreamos de azúcar glas.
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Estaban riquísimos, creo que los canutillos son mi postre favorito...
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Y mejor plan para un sábado noche no puede haber: Cenita rica, cervecita, buena compañía (la mejor) y una estupenda sobredosis de películas que meterse entre pecho y espalda, mumificados con la mantita del sofá... ¡qué más se puede pedir...! Y mientras nosotros disfrutábamos, el panorama afuera era el siguiente:
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Vale, tomo nota: Está llegando el invierno...

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Espaguettis al ajillo especiales

Qué entretenida estoy estos días divagando sobre si ceso (con esos ovarios tan bien puestos que el destino me ha dado, sí señor) el contrato con mi cliente principal antes de que me sigan desesperando y me dé por odiar mi profesión - profesión, dicho sea, que adoro con tós mis poros - y me resigno a vivir del aire o si me aguanto y trago y sigo aportando mis granitos de arena al "Untergang des Abendlandes" (uséase: el Hundimiento de Occidente) y dejándome manganear por el vil oro... Hay ratos en los que incluso estoy tentada de cesarles el contrato a mis dos clientes actuales y que se joda el mundo y haiga paz, señores - ¡qué dilemas los míos!

De momento sigo ahí al pie del cañón, haciéndome la ininmutable a costa de coleccionar canas y malas hostias y servírselas al pobrecillo del señor K. de acompañamiento a la cena. Pero me parece que va siendo hora ya de iniciar acciones heroicas y mandar a la mísmisima M a tanto tocapelotas...

El lunes no sólo fue lunes, sino que fue un lunes de "aaargh-acaban-de-volver-a-cambiar-la-estrategia-de-trabajo-me-están-volviendo-loca-mi-reino-por-una-ametralladora-dios-mío-dáme-paciencia-me-largo-me-largo-me-largo-no-aguanto-ya-más"... Con semejante panorama, al señor K. le tocó aguantar bastantes juramentos que fuí repartiendo por media casa, mesándome los cabellos e iracunda como un basilisco.

Como estaba ya como una moto, y para que no se me bajara el ánimo peleón ese tan sano, nos prestidigité a los dos una estupenda sobredosis de proteínas para cenar, no en vano dicen por ahí que los excesos proteicos acentúan el mal humor... Puestos a ponerse una bruta, prefiero ponerme bruta con fundamento y tenedor en mano.

Ingredientes (para 2):

  • espaguettis
  • un buen puñado de gambas
  • un tarro de gulas (100 grs. para 2 personas)
  • un lomo de salmón (unos 125 grs.)
  • ajo
  • sal, pimienta blanca
  • chili en polvo
  • un chorrillo de zumo de limón
Cómo se hace:

Reciclaje puro y duro - la cena de anteayer me liberó de un montón de sobricas que se habían quedado por el frigo/el congelador "de florero". Las gambas y el salmón congelados eran restos de un arroz con pescaíto que hice hace unos días, aquel limón me andaba pidiendo el tiro de gracia, ese paquete de espaguettis abierto estaba echando ya casi raíces, etc...



Se rocían las gambas con algo de zumo de limón. Se corta el lomo de salmón por la mitad y cada mitad en láminas de 1 cm. de grosor. Mientras se cuece la pasta, se pone un ajo picado en la sartén. Yo usé únicamente el aceite de oliva que venía con las gulas, no puse más. Se añaden las gambas y se van haciendo removiendo de vez en cuando. Cuando ya casi estén se echa el salmón y se salpimenta. Yo añadí algo de chili molido. En el último momento se añaden asimismo las gulas y se rehogan un minutillo con el resto.

Se cuela la pasta y se pone en la sartén un último minuto junto con el pescaíto.

Listo.

Lo bueno de esta cena: El salmón es especialmente rico en ácidos grasos Omega 3, en calcio y en proteínas, pero uno de los pescados con menor aporte de colesterol... Las gulas también destacan por su aporte de proteínas. Lo único que se salía ayer de esquemas un poco eran las gambas, que también son ricas en calcio y yodo, p.ej., pero tienen mucho colesterol. Pero quería quitarlas ya del congelador.

Quedaron unos espaguettis al ajillo de lujazo. Y eso, con sobras.

Y el señor K. quedó tan saciadillo y feliz con tantas proteínas que me aguantó con ese estoicismo tan suyo de alemán del norte el resto de la noche todos mis reniegos y soplos sin decir ni mú. Qué tácticas de distracción las mías...

jueves, 6 de noviembre de 2008

Otra de tesoros: “La otra isla”

Cualquiera que tenga una página de Internet conoce el fenómeno: Echándole un vistazo a las estadísticas de visitantes, a veces uno se queda pasmado del tipo de búsquedas a través de las cuales la gente aterriza en su página.

Algún día os pondré un ranking de mis “frases de búsqueda en Google” favoritas, por las que algún que otro lector aterriza en [hablandoenplatina]. Por ahora me conformo con comentaros que, sorprendentemente, la mayor parte del tráfico que me entra desde Google tiene que ver o bien con el fricasé de pollo (ahí afuera debe existir una gran obsesión con este plato a juzgar por las innumerables búsquedas) o... ¡con la búsqueda de tesoros!

Desde que escribí aquella entrada sobre mi afición por los mapas, no hay casi día en el que no se chiven mis estadísticas de que anda alguien por ahí buscando “mapas para buscar tesoros” o “buscando tesoros antiguos” o algo similar. Lo divertido es: la mayoría de dichas búsquedas de Google me entran desde la zona del Golfo de México, que desde luego es el mejor sitio del mundo para buscar galeones, doblones y aventurillas de esas...

A mí me encantan las historias de tesoros. Como a todo el mundo, claro. Y me encanta que tanto ávido busca-tesoros se despiste hasta estas páginas. Así que hoy toca otra historieta de tesoros...

El año pasado, más o menos por estas mismas fechas, vi por casualidad un entretenidísimo documental en la TV sobre Robert Louis Stevenson, el escritor de “La isla del tesoro”, que hablaba de la posibilidad de que la susodicha isla y su fantástico tesoro hubieran existido realmente... Según la teoría del documental, Stevenson habría descubierto en su día el paradero del legendario “Tesoro de Lima” y se lo habría quedado – una maravilla de teoría conspirativa de esas que a mí tanto me divierten...

El documental se basaba en un libro del escritor suizo Alex Capus y, como me gustó tanto la historieta, me compré dicho libro ipso-facto. En alemán se titula “Reisen im Licht der Sterne” (algo así como: “Viajes a la luz de las estrellas”) y me encantó. Me lo leí de un tirón y, si hubiera tenido 200 páginas más, me las hubiera tragado igualmente.


El otro día descubrí que el libro se editó asimismo en España bajo el título de “La otra isla” (Editorial Lumen, ISBN 8426415393). Así que hoy me tomo la libertad de haceros una recomendación: Si os gustan las historias de tesoros, misterios y conspiraciones, comprad el libro porque no tiene desperdicio.

Me choca un poco que en alguna reseña española que he encontrado en Internet, califiquen el libro de novela. En realidad, es bastante más una biografía de Stevenson y desde luego tiene mucho de “ensayo detectivesco”. Independientemente de si sus teorías son verdaderas o infundadas: A mí el librito me gustó mucho y la historia me parece magnífica.

De qué va el tema: El “Tesoro de Lima” es uno de esos tesoros míticos, una colección increíble de monedas, lingotes y estatuas de oro que el virreinato español trató de mantener a salvo de la revuelta independentista peruana... dándoselo en custodia a un barco inglés (o sea, el tipo de idea ingeniosa y espectacular que sólo se le ocurre a un españolito...).

Según la leyenda, los ingleses, claro, escondieron el tesoro, hundieron el barco e intentaron colársela a las autoridades iberico-cañís con un “ups, hemos topado con una tormenta y se ha hundido el barco con el tesoro dentro, sorry guys...”. Acabaron muy mal los pobrecillos: Porque como ya dijeron los chicos de Monty Python en su día “nobody expects the Spanish Inquisition!”, pero la Inquisición sí los esperaba a ellos.

Murieron jurando y perjurando que el tesoro lo habían escondido en la Isla de Coco (en aquella época habitual covacha de piratas varios).

Así que durante los últimos casi 200 años, la costarricense Isla de Coco ha sido “víctima” de unas 500 (¡¡!!) expediciones de buscadores de tesoros, incluso a nivel gubernamental se rastreó en busca de riquezas - hasta el día de hoy, no obstante, nunca se ha encontrado allí ningún oro ni similares (al menos no se conoce ningún éxito al respecto). Hubo temporadas en las que la gente iba allí con excavadoras y todo, hacían cincuenta mil agujeros en plena “jungla”, no encontraban nada, se desesperaban y se marchaban dejando las excavadoras allí plantadas de recuerdo.

Aquí es cuando Alex Capus (basándose en la teoría de Walter Hurni) se plantea la pregunta clave: ¿Por qué nadie encuentra el dichoso tesoro si es ahí donde está? Pues, sencillamente porque a lo mejor están excavando en la isla errónea. En el Mar del Sur hay una isla que hoy se llama Tafahi pero que hace una eternidad de llamaba también Cocos Eylant (Isla de Coco)... Y Stevenson se mudó a Samoa donde se convirtió en una persona muy muy muy rica... Si queréis saber cómo termina la cosa, leeros “La otra isla”...

Un libro fantástico para redescubrir “La isla del tesoro” que todos nos leímos de pequeñitos y para elucubrar sobre lingotes enterrados en islotes del Pacífico y sobre la borrosa barrera que hay, a veces, entre ficción y realidad...

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Cena fácil, cena rica...

Estos días ando un pelín cabreada: el cretino de Hamilton ha ganado el mundial de F1, además de la manera más deprimente, a mi SV Werder Bremen del alma le metieron ayer tres goles vergonzantes y en cuestiones laborales me están últimamente mareando, asqueando y desesperando... Además acabo de pasarme una semana entera en la cama con un catarrazo (el enésimo ya de este año) de los de libro. Me desconcierta tanto "ataque virusil" con lo mucho que me cuido, tan abrigadita todo el día, comiendo rico-rico y sano-sano y además ya libre de nicotinas y tonterías. A veces creo que Klausi, el médico ese tan esotérico-homeopático que tengo, se está quedando conmigo. O sea, unido todo ello a esa falta de paciencia de herencia familiar que tengo: Llevo una mala leche a cuestas que no veas.

Además media Humanidad debe estar totalmente chalada porque andan todos desde anoche por ahí cantándole "olé-olé-olé" a Obama y mira que yo de ese tío no me fío, no sé por qué...

Así que con semejante panorama ando falta de energías e inspiración y llevamos días ya en plan "cena fácil". Generalmente el día oficial de "cena fácil" en esta casa es el viernes; como es cuando hacemos la compra para toda la semana nunca llegamos a casa antes de las 10 de la noche y siempre hacemos algún plato de los de "en 10 minutillos listo". El clásico de los viernes: Tortellinis frescos con jamón serrano, crème fraîche y albahaca. La pasta se cuece en 3 minutos y ya está.




Otro clásico de "cena fácil" que me encanta son las típicas Bratkartoffeln alemanas: Bratkartoffeln son patatas salteadas en una sartén junto con cebolla y bacon/tocino. Se suelen acompañar a veces también de huevos fritos o en revuelto. Para hacerlas se utilizan patatas previamente cocidas, cortadas en rodajas. Así que como anteayer cocí demasiada patata para la acelga que nos cenamos, el preparar la cena ayer fue coser y cantar.

Ingredientes:
  • patatas cocidas el día anterior "al dente" (con sal, ajo y un chorreón de aceite de oliva), peladas y cortadas en rodajas
  • champiñones
  • cebolleta o cebolla (según los gustos)
  • pimiento rojo (tipo morrón)
  • una bola de queso mozzarella
  • aceite de oliva y algo de mantequilla
  • sal y pimienta
  • romero molido y mejorana (seca)
  • opcional: tocino en dados

Cómo se hace:
En una sartén con algo de aceite rehogar la cebolleta o cebolla picada; añadir los champiñones laminados y el pimiento (cortado en tiras) y el tocino y dorarlo todo unos minutos. Retirar y reservar. A continuación calentaremos la sartén de nuevo con algo de mantequilla y de aceite de oliva y doraremos las rodajas de patata poco a poco a fuego medio (la patata debe tener contacto con el culo de la sartén, si queremos hacer muchas las doraremos en varias tandas) para que vayan cogiendo color. No conviene poner demasiado aceite para que no se ahogue todo en grasa. Cuando las patatas estén casi listas, las especiamos con romero en polvo y mejorana y salpimentamos. Volvemos a poner la verdura y el tocino en la sartén junto con la patata y "espolvoreamos" todo ello con pedazos de queso mozzarella. Le ponemos la tapa a la sartén y esperamos hasta que el queso se haya fundido.


¡Voilá! Cena fácil, cena rápida, cena rica. Y como diría Arguiñano, "con fundamento". Y quien quiera ponerle al asunto un huevo frito, que se lo ponga...